Diario del bosque del Este. (fragmento) | Amanda Pedrozo

Setiembre, 21

Emiliana la hormiga se alisó las antenas como solía hacer para captar hasta las radios comunitarias y de un salto salió a cumplir su destino diario, que es trabajar y trabajar como su antepasada de la fábula. El sol empujaba las nubes, era un día fresco y en el bosque es imposible no cruzarse con los amigos. Esto todo el mundo lo sabe. – ¡Vamos a bailar! –le gritó Nini, la coneja distraída, al pasar corriendo, pero ni se quedó a escuchar la respuesta, que era ¡es día de trabajar!

Siguió caminando Emiliana, juntando en el bolsillo de su delantal hojas muy nutritivas y cuanto de comer veía, cuando pasó volando Corina, la abeja vanidosa.
– ¡Qué linda estoy! ¿Vamos juntas a la fiesta del bosque? – le preguntó, pero no oyó la respuesta de la hormiga que era ¡es día de trabajar!, porque mirándose en el espejo de una fuente de agua dijo en voz alta: –No, no soy linda en realidad, ¡soy bellísima! –y se fue volando.

Iba recogiendo migas la hormiga, pensando qué raro era que todos quisieran divertirse en un día tan lindo para trabajar, cuando pasó Fermín, el escarabajo apurado:
– Vamos, vamos, vamos, ¡que ya empieza la fiesta!
– No pue… – el resto ya no lo escuchó Fermín, porque desapareció en un segundo, rumbo al bosque.

Detrás iba, más despacio, Emilio, el pavo amargado.
– ¡Ay! Tanto me voy a divertir hoy, pero como se sabe, después de la farra viene la butifarra. ¿Vamos juntos al bosque, hormiga?
– Tengo que…. – dijo Emiliana, pero se dio cuenta de que era inútil completar la frase. Emilio ya se iba, diciendo a voces: –¿Qué desgracia vendrá mañana?

De qué sirve tener tantos amigos, pensó la hormiga, si ninguno se queda ni un minuto a escucharla. ¡Y ella tenía siempre tanto trabajo!

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