La felicidad eres tú. (Anthony de Mello)


Tú ya eres felicidad
Despertarse es la única experiencia que vale la pena. Abrir bien los ojos para ver que la infelicidad no viene de la realidad, sino de los deseos y de las ideas equivocadas. Para ser feliz no has de hacer nada, ni conseguir nada, sino deshacerte de falsas ideas, ilusiones y fantasías que no te dejan ver la realidad. Eso sólo se consigue manteniéndote despierto y llamando a las cosas por su nombre.
Tú ya eres felicidad, eres la felicidad y el amor, pero no lo ves porque estás dormido. Te escondes detrás de las fantasías, las ilusiones y también de las miserias de las que te avergüenzas. Nos han programado para ser felices o infelices (según aprieten el botón de la alabanza o de la crítica), y esto es lo que te tiene confundido. Has de darte cuenta de esto, salir de la programación y llamar a cada cosa por su nombre.
Si te empeñas en no despertar, nada se puede hacer. “No te puedes empeñar en hacer cantar a un cerdo, pues perderás tu tiempo y el cerdo se irritará.” Ya sabes que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Si no quieres oír para despertar, seguirás programado, y la gente dormida y programada es la más fácil de controlar para la sociedad.

Conocerse a fondo
Para despertarse, el único camino es la observación. El ir observándose uno a sí mismo, sus reacciones, hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críticas, sin justificaciones ni sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad. Es conocerse a fondo.
La pregunta más importante, base de todo acto maduro, es: ¿Yo, quién soy? Porque, sin conocerte, no puedes conocer ni a Dios. Conocerte a ti mismo es fundamental. Sin embargo, lo curioso del caso es que no hay respuesta para la pregunta ¿quién soy yo?, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para llegar al ser que ya eres.
Hay un proverbio chino que dice: “Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la mente no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor.”
hay que quitar las vendas para ver. Si no ves, n puedes descubrir los impedimentos que no te están dejando ver.
El observarte a ti mismo es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurriese a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está sucediendo, ni formular ninguna crítica ni autocompadecerte. Los esfuerzos que hagas por cambiar son peores, pues luchas contra unas ideas, y lo que hay que hacer es comprenderlas, para que ellas se caigan por sí solas una vez que comprendas su falta de realidad. Hay que cuestionar todo esto para ver si se comprende como una verdad y entonces te pondrás a observarte.

La vida observada

A veces te sientes mal, hecho un lío, no sabes funcionar solo y te vas al psicólogo a que te arregle. El psicólogo no puede hacer nada que tú no hagas. No puede conseguir nada que tú no estés dispuesto a hacer. Puede escucharte y ayudar a que tú mismo vayas aclarándote mientras hablas. En verdad, lo que haces allí es observarte, y eso es lo que has de hacer tú, pero de continuo. Yo soy psicólogo y puedo decirte que la terapia, la mayoría de las vees, lo que hace es un interccambio de problemas: te quita uno, pero te mete otro.
La espiritualidad es la que intenta solucionarte. Busca solucionar el problema del yo, que es el que está generando los problemas que te llevan al psicólogo. La espiritualidad va directamente a la raíz, a rescatar tu yo, el auténtico, que está ahogado por barreras que no lo dejan ser libremente.
El hacer esfuerzos por cambiar es contraproducente, peus lo que te va a cambiar es la verdad: observar la verdad y comprender que tu programación no te deja ser tu mismo. El observar es lo que te va a cambiar. “La vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, por que no es vida”, decía Sócrates.
Es preciso darse cuenta de todas las reacciones que surgen al mirar a una persona, un paisaje o a uno mismo. Observar cómo sueles reaccionar frente a determinadas situaciones. Mirar con objetividad, como si no fuers tú, tomando conciencia de lo que pasa dentro y fuera de ti, estando atento. Hacerlo sin juicios valorativos, porque si te pones etiquetas, ya no ves las cosas como son. Caer en la cuenta, sin preguicios, solo entendiéndolo.
Tenemos que darnos cuenta de que, con la palabra, o con el pensamiento, solemos etiquetar las cosas y las personas, y luego, como consecuencia de ello, vivimos el personaje de la etiqueta, y no la persona. Ponerse en contacto con la realidad es mirar ésta sin querer interpretarla, ni cambiar nada, sino dejar que la realidad cambie el orden de las cosas luciendo por sí misma.
Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos de la resistencia, sin reprimirla ni rechazarla, ella misma se disolverá. Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se necesita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos, peus todo se resuelve entendiendo, comprendiendo, y nos sorprendemos al ver cómo todo se resuelve según comprendamos la realidad y no luchemos contra ella.

Métodos para ser feliz

darte cuenta del dolor, de la aflicción o del desasosiego que sufres y cuál es el motivo, de dónde sale, en verdad, ese sufrimiento. Si te sientes molesto, darte cuenta enseguida de ello, y de dónde nace ese malestar. (Si dices que estás molesto porque alguien se ha portado mal contigo, no se puede entender que tú te castigues porque otro se comporta mal. Tiene que haber otro motivo más personal y escondido. Obsérvalo.)
Darte cuenta de que el sufrimiento o las molestias se deben a tu reacción ante un hecho o una situación concreta y no a la realidad de lo que está ocurriendo. (Si vas a ir al campo y llueve, el enfado no está en la lluvia –que es la realidad–, sino en tu reacción porque se han contrariado tus planes).
Solemos echar la culpa a la realidad y no queremos darnos cuenta de que son nuestras reacciones programadas las que nos contrarían. Tenemos unos hábitos inculcados, que funcionan como una maquinita automática: a tal pregunta, tal respuesta; a tal contrariedad, tal reacción. Y funcionamos como autómatas. La cultura nos inculca leyes rígidas, cuya única razón es que así se ha hecho siempre. Y con esta razón tan endeble somos capaces de matarnos por defender: honor, patria, raza, familia, buenas costumbres, orden, ideales, buena fama y muchas palabras que no encierran más que ideas sin sentido real, que nos han inculcado como cultura. Y lo mismo ocurre con las ideas religiosas.
Lo importante es el ser, y no el figurar. La verdad es que estamos tan metidos en esa programación que actuar con claridad de percepción, desde esa cultura, casi parece un milagro, y más si pretendemos reaccionar sin disgusto. Hay que despertarse antes para comprender que lo que te hace sufrir no es la vida, sino tus alucinaciones, y cuando consigues despertar y apartar los sueños, te encuentras cara a cara con tu libertad y con la verdad gozosa.
Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo. Cuando somos capaces de encontrar el camino despejado, para ese amor-felicidad que somos, nos topamos con el dolor, que no es nada concreto ni sustancial por sí mismo, sino la ausencia de la percepción del amor-felicidad. Como la oscuridad, que no existe, sino que es consecuencia de la menor percepción de la luz.
La vida es, en sí, un puro gozo y tú eres amor-felicidad como sustancia y potencial para desarrollar. Solo los obstáculos de la mente te impiden disfrutarla plenamente. Son las resistencias que pone tu programación lo que te impide ser feliz. De no tropezar con tu resistencia, ¿dónde estaría el dolor? Habría armonía en ti, igual a la que existe en la naturaleza. Más aún, pues tú eres rey de esa naturaleza y dotado de una sensibilidad para captar bondad, la felicidad y la belleza, que te hace creativo y capaz ya, no sólo de ser feliz, sino de dar amor-felicidad a manos llenas.
Con solo observar todo esto, ya estás dando un paso para tu despertar. Todo depende de tu reacción, y ésta depende de tu programación; y si eres capaz de observar esto y comprenderlo, ya tendrás bastante.

Otros capítulos:
Reconoce tu añadidura
Resultado de nada
Cómo vivir sin angustias
Arrepentimiento: una trampa
Ejercicio
Cansarse de sufrir
El dichoso niño
El valor de la realidad
Ejercicio 2
Eso es muy comprometido
Ejercicio 3
Date el gusto de vivir.




Extraído del Libro: 
La felicidad eres tú. (Anthony de Mello)
1995 Editorial LUMEN. Viamonte 1674. 1055 Buenos Aires-Argentina. 
Coleción Minilibros de autoayuda. Los textos de este libro fueron extraídos de “Autoliberación interior (Lumen, 1988)

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El amor y la locura (fábula)

¿Fue un sueño? (Guy de Maupassant)

Tu eres el resultado de ti mismo. (Pablo Neruda)